La segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Argentina está marcada por la tensión entre dos posturas antagónicas representadas por Sergio Massa, del peronismo, y Javier Milei, un ultraderechista libertario. Ambos enfrentan la difícil tarea de gobernar en un contexto de crisis económica aguda y una sociedad profundamente dividida.
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La inflación anualizada del 143% y la pobreza afectando al 40% de la población marcan una situación económica crítica. En medio de este escenario, Massa representa la política tradicional y Milei propone soluciones disruptivas que generan temor en parte de la población.
Las encuestas auguran un empate técnico entre ambos candidatos, con un sector importante de votantes indecisos o inclinados a votar en blanco. La incertidumbre y el descontento ciudadano han caracterizado esta campaña electoral, mientras que la participación en la primera vuelta fue del 77%.
El politólogo Diego Reynoso señaló que la elección refleja la polarización, donde el voto anti-peronista se inclinaría hacia Milei, mientras que aquellos descontentos con la gestión actual del gobierno podrían dudar en apoyar a Massa.
En cuanto a las propuestas económicas, Massa defiende un Estado «fuerte y protector», mientras que Milei propone medidas radicales como la eliminación del Banco Central y la dolarización para frenar la emisión monetaria y la inflación.
Esta elección se lleva a cabo en un clima enrarecido, con denuncias de fraude, abucheos a candidatos y detenciones por amenazas. Es un reflejo de una sociedad profundamente dividida y de una campaña agresiva que augura un resultado muy reñido.